martes, noviembre 13, 2007

DE REFUGIO...




Algo alejado de los medios, pero permitiéndome conocer a alguien especial; tan especial que ha hecho que me desconecte de tantas cosas, personas y actividades que aun no lo he de creer. Alguien me dijo una vez: "Date tiempo que por allí viene ese alguien que esperas". No me atrevería decir que llegó, pero tan solo recordar lo bonito que la pasamos juntos es suficiente como para aceptarlo.

Después de varias citas, encuentros tranquilos como de "amigos", cafés, cines, y conversas domingueras muy agradables, me invito a conocer un refugio en la montaña que le gustaba mucho cuando niño. Acepte la invitación, entre risas, comentarios y fotografías hemos llegado juntos al refugio de montaña, después de una larga caminata bajo el sol. Estamos deseando ducharnos y descansar, aunque mis pensamientos corren vertiginosamente y me hago muchas preguntas...

Después de inspeccionar la cabaña me propone darnos una ducha. La verdad es que no es una proposición sino una instrucción, casi una orden: "Vamos a ducharnos, ¿vale?", suavizada por esa consulta al final, que no volveré a escuchar de tus labios. La verdad es que organizas las cosas con tanta naturalidad que uno no siente deseos de discutir. Así ha sido con la excursión, que fue idea tuya. Ahora me dices que pase yo primero mientras tú deshaces el bolso.

La ducha es de esas que cae al suelo directamente, sin cortina, y la disfruto plenamente. Sin embargo, al rato de estar bajo el agua, entras desesperadamente en el baño, envuelto en una toalla. Me sobresalto un poco, pero trato de mostrarme natural. Tú ni siquiera me miras; pones los objetos de un neceser sobre la repisa con calma y yo sigo a lo mío. Cuando terminas, te quitas la toalla y vienes hacia mí. No sé por qué me inquieto y mi corazón late más fuerte. No me atrevo a mirarte abiertamente, hasta que te oigo decir:

"La verdad es que tienes un cuerpo magnífico." Yo entonces aprovecho para contemplarte -admirarte más bien- unos segundos y digo estúpidamente: "Tú tampoco estás mal..."

Tú te ríes abiertamente bajo el haz de lluvia, más de mi torpeza que de la frase, y con toda naturalidad me quitas la esponja y empiezas a enjabonarme el pecho. Yo me dejo hacer, algo azorado. Intento hacer lo mismo contigo con la pastilla de jabón, pero me lo impides: "No, tú no me puedes tocar", dices con naturalidad. Me quedo algo desconcertado con esa salida, pero no protesto, me dejo hacer.

El caso es que al cabo de un rato me has puesto a cien en el baño, enjabonándome con tus propias manos e impidiendo que te toque. Y yo me abandono a mis pensamientos y te dejo actuar. Yo soñaba con algo así desde que nos vimos, ¿recuerdas? cuando yo estaba en lo alto de la tarima bailando y tu me mirabas desde abajo con una sonrisa burlona, pero fijamente a los ojos. No te interesabas en mirarme el cuerpo como todos, en llevar tus ojos a las zonas por las que yo pasaba mis manos retirando las ropas, como hacían los demás; tú te dedicabas a mirarme retador directamente a los ojos, como queriendo hipnotizarme, como diciendo: "No me preocupa tu cuerpo, no me impresiona; ya lo tendré cuando quiera". Conseguiste ponerme nervioso, y cuando acabé el número y bajé, me sonreíste y con un gesto me invitaste a la barra. Te seguí sin darme cuenta de que estaba casi desnudo, que todos me miraban con deseo y a ti con envidia, y dejé que pidieras agua para mí al camarero sin ni siquiera consultarme.

Después solo recuerdo tus miradas, tu expresión alternativamente dulce o autoritaria, y tu invitación para ese fin de. Y... como te marchaste cuando yo ya esperaba que me invitaras a salir contigo, dejándome en la barra con la repentina sensación de estar desnudo. Todo esto lo recordé en la ducha, mientras me enjabonabas. De pronto dices que me vas a "mejorar", y te diriges a la repisa. Tomas tu maquina de afeitar y sobre la espuma que se ha formado con el gel empiezas a afeitarme, bordeando con cuidado los pezones que se han puesto duros, bajas por el vientre y llegas al pubis, que también afeitas, dejándome brillante y suave. Yo mientras puedo recrearme en la visión de tu cuerpo, parecido al mío, menos delgado pero más fibroso. Y en la expresión atenta de tus ojos, entre divertida y fascinada, mientras me afeitas...

Después de aclararme bien con la ducha de teléfono, dándome un masaje con la misma en la polla y los huevos, escurres el agua pasando tus manos por mi piel. Luego -tras recordarme que no debo tocarte- comienzas a lamerme por toda la superficie de mi piel, aunque evitando mi sexo, hasta dejarme casi seco. El contacto de tu lengua me pone más caliente y mi piel se eriza. Luego me haces salir de la ducha y me dejas de pie, mirando como te duchas tú, te enjabonas, te extiendes bien la espuma mirándome con una sonrisa retadora, envolviendo bien tu pene empalmada, y finalmente te aclaras. Cuando tomas la toalla para secarte, te la quito y comienzo a secarte. Intentas protestar, pero no puedes negarte porque no te estoy tocando con las manos. Paso la toalla suavemente por tu piel y me entretengo sobre todo en tus axilas, en los pezones, en la ingle y sobre todo en tus nalgas...

Continuará...

2 comentarios:

Alegna Russo dijo...

por fa no te tardes tanto escribiendo la segunda parte... jiji un beso

Anónimo dijo...

Divinidad!! tiempo sinescribirte pero ya me entere que hiciste desastre en la fiesta de los blogs!! me alegro muchoo por ti y por tu grupo.... ahhh pero llegaste calentando mas que antes... muy buena historia, y de verdad apoyo a alegna no te tardes mucho!!!

besos y saludos a los dioses...