martes, diciembre 11, 2007

DE REFUGIO (VI parte)




. . . Sonríes y vuelves a colocarte tras de mí. Me acaricias los hombros y me besas el cuello. Cierro los ojos para hacer mi confesión.-No puedo más... Por favor, cógeme Quiero ser tuyo completamente, sentirte dentro de mí. Te lo ruego... Ya lo he dicho. Te lo he suplicado. Y no me avergüenzo, lo deseo tanto que no me importaría gritarlo.Entonces suenan unos golpes en la puerta. Los dos nos sobresaltamos un poco, pero tú te levantas y caminas con naturalidad hacia la entrada.-Espera... -digo, logrando que te detengas un instante. -Suéltame... -pero continúas hacia la puerta. No entiendo nada. No quiero que quien quiera que sea que venga me vea así. -Tápame, al menos...Vuelves sobre tus pasos y me cubres los hombros con la colcha, esquivando mi mirada de perplejidad. Entonces vas resueltamente hacia la puerta. Al abrirla se abre paso un hombre calvo, grandullón, con el cuerpo extremadamente formado en el gym con una gorra de cuero que -tras volver a cerrar la puerta- se quita y lanza sobre una silla. Le reconozco. Es el tipo que estaba viendo mi show la noche en que nos conocimos. Entra con autoridad, sin mirarte apenas. Se acerca de inmediato a mí y se me queda mirando con una sonrisa lasciva. Por su boca asoma un palillo de Chupa-chups ensalivado que se mueve nerviosamente. Te miro, esperando una explicación, pero tu esquivas mi mirada. Tu expresión es nerviosa y contrariada.-Bieeen... -exhala el grandullón, haciéndome llegar su aliento a caramelo de fresa-. Volvemos a encontrarnos, y esta vez estás a mi merced, nada me impide desnudarte completamente... -y termina la frase arrancándome de un tirón la colcha que me cubre- o cualquier otra cosa que se me antoje.

Nunca me he sentido tan desnudo. El fornido grandullón se queda mirándome extasiado, taladrándome con los ojos, antes de alargar una mano y llevarla directamente hasta mi culo, sobándome groseramente las nalgas y agarrando después con fuerza mi escroto aun repleto de deseo. Yo aprieto instintivamente los muslos para cerrarle el paso a mi polla, que no ha perdido un ápice de erección, y él me da un fuerte cachete en el culo, endureciendo la expresión en señal de advertencia. -Tranquilo, nene... -tú al fin reaccionas y le detienes, colocando una mano sobre su hombro.-Espera, tenemos que hablar. He cambiado de idea -anuncias. El te mira fijamente y aprieta los dientes.-De eso nada, no hay cambios. Tenemos un trato y el niño es para mí. Tú puedes irte.-No, no me voy. Suéltalo -dices con autoridad. Los dos te miramos. El se levanta de la cama y se dirige a la puerta, calmosamente.-Comprendo.
Aun no te he pagado, ¿verdad? Es eso...Tú niegas con la cabeza, pero él ya ha abierto la puerta y a un gesto suyo entran dos hombres y te sujetan por los brazos. Son dos chicos jóvenes y fuertes. Uno, rubio, con bigote y perilla y unos fuertes brazos que te inmovilizan con facilidad. El otro, negro, más fuerte aun y tan guapo como el rubio. Para ser unos matones parecen salidos de un casting de película porno. Con parsimonia, el grandullón se abre la bragueta y saca una polla enorme, por larga pero sobre todo por gruesa, y se acerca a mí sonriendo. Mientras yo comienzo a temblar, los chicos te obligan a agacharte y caes de rodillas. -Abre la boca, nene -me ordena.Yo te miro angustiado, y tú me devuelves la mirada con expresión de impotencia. El grandullón -a su vez-tuerce el gesto, impaciente. Al fin, obedezco y él me mete tres dedos de su mano derecha y los pasea por toda mi boca, llenándolos bien de saliva. Luego los saca y embadurna su enorme miembro. Repite la operación dos veces, dejando en mi boca el sabor acre de su sexo. Luego toma una almohada y se acerca a ti, que observas la escena con preocupación, aunque sin comprender. Se coloca tras de ti, separa con un pie tus piernas y se arrodilla entre ellas con dificultad sobre la almohada. Con sus grandes manazas abre tus nalgas y escupe entre ellas. Tú intentas resistirte, lo supongo por la cara de espanto que pones, pero sobre todo porque el grandullón hace un gesto a los chicos y estos retuercen tus brazos haciéndote humillar más, llegando casi a rozar el suelo con la barbilla. Cesa tu resistencia y el gordo dirige la caída de su saliva a lo largo del palito del chupa chups sobre su glande mientras comienza a abrirse camino entre tus nalgas con su enorme miembro. A pesar de su saliva y la mía, tu cara denota el dolor que te produce su embestida, que el acomete sin que su tranquila expresión se vea minimamente afectada.

Comienza a moverse rítmicamente mientras sujeta tus caderas y murmura algunas palabras distraidamente acerca de los pagos aplazados, al tiempo que tu expresión se va calmando y -a juzgar por la erección que recuperas- comienzas a acostumbrarte. A mí me asombra que no te esté destrozando con ese tamaño y que -al contrario- parezcas disfrutar, y al momento siento con estupor nacer en mí la excitación que me provoca asistir a la escena de tu violación. A una orden del grandullón, el rubio te suelta -en realidad ya no te resistes- y se desnuda con cuidado. Veo aparecer sus músculos, su piel bronceada y cubierta de un suave vello rubio, transparente, su duro culo blanco y respingón y una considerable verga en descanso. Debe notarse mi expresión admirada porque el rubio me mira y se sonríe. Sus ojos, de un azul clarísimo, brillan de deseo. Ya desnudo, se acerca a la cama y sube a ella de un salto, colocándose frente a mí sentado en el borde del de cabecero. Sin dejar de sonreír abre mi boca y mete toda su enorme verga, flácida y caliente, hasta la campanilla. No espero sus órdenes para empezar a chupar. Se da cuenta de mi glotonería y sonríe aun mas, mientras su verga comienza a crecer dentro de mi garganta al compás del vaivén que le imprime. Estoy tan hambriento que me la tragaría. Por el rabillo del ojo veo como el negro deja de sujetarte y comienza a desnudarse.

Tú –acodado en el suelo- ya no ofreces la menor resistencia, al contrario, tus jadeos y el modo en que recibes las embestidas del grandullón dan buena idea del placer que te está procurando. El negro, desnudo, ofrece una visión magnífica: un cuerpo espléndido, lampiño y bruñido, enmarcando un miembro ya empalmado, largo y bien formado, algo menos grueso que el del grandullón pero sensiblemente mas largo. Se acerca a mí y me pregunto si se dispondrá a meter esa verga en mi dilatado, húmedo y hambriento culo, y advierto que contemplar tal posibilidad no me inquieta en absoluto. Sin embargo, al llegar al borde de la cama el rubio saca su miembro de mi boca y deja el puesto a su compañero que, en su afán por llenarme la boca con su carne llega a dilatar mi garganta con su embestida. No contento con ello, coloca su mano en mi nuca y dirige mis movimientos hasta imprimirles el ritmo deseado. El rubio, mientras, se acerca a ustedes y se queda frente a ti. No necesita decir nada. Tú te incorporas un poco sobre las palmas de tus manos y tragas su polla de una vez. El tira de tu nuca para llegar hasta el fondo de tu garganta y se acompasa al ritmo del grandullón, que sigue embistiéndote sin gran entusiasmo.

Yo chupo con delectación la polla del negro que crece dentro de mi boca quemándome el paladar y haciéndome salivar por las comisuras de los labios en regueros que descienden serpenteando por mi cuello, mientras me excito viéndote de reojo disfrutar al ser penetrado por todas partes. Mi polla oscila, agitándose en el aire furiosamente, golpeando mi vientre y repartiendo salpicaduras transparentes mientras mi ano se dilata y se contrae ansioso de ser penetrado. El grandullón lo nota y hace un gesto al negro, que saca su miembro de mi boca. Este sonríe y le besa, metiéndole una enorme lengua y restregándose contra su boca.

Yo estoy muy excitado, babeando y sin perder ojo de la escena en que mamas dos grandes guevos mientras otro te encula. Daría lo que fuera por tener una mano libre para masturbarme. El grandullón me mira disfrutando de mi impotente ansiedad, una mirada sádica que es casi una promesa.

Continuará...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

verga marico te pasass!!! que buena esta esta historia.

Anónimo dijo...

que arrecho...