Reincorporándome a las letras después de disfrutar sendas vacaciones en dos Islas Paradisiacas!!! donde la pase de maravilla!!! y les confieso que no me imaginaba que la comunidad gay estaba tan "Osea hello"!! por estos lares, cosa que me fascinó.
La cuestión es que nunca antes me había imaginado la cantidad de parejas homosexuales que se ven paseando por estas Islas o que sencillamente estaban de vacaciones como yo. Me los encontré caminado por los hoteles, a la orilla de la playa, cenando en los pequeños restaurantes. No solo se trataba de dúos espectaculares, como muchas parejas gays que había en ese lugar, como yo y mi acompañante, sino también lo contrario: gente discreta, tranquila, a menudo con aspecto educado.
Mirando a los demás aprendes cantidad de cosas, y en el caso de estas parejas siempre me encanta sorprender sus gestos comedidos de confianza o afecto, el reparto convencional de roles que suele darse entre uno y otro, la ternura contenida que a menudo sientes flotar entre ellos, en su inmovilidad, en sus silencios.
Pensaba en todo eso el otro día, a bordo de un Catamaran espectacular, sobre el océano soplaba el viento, los pasajeros íbamos disfrutando del sol, música, tragos, energía, buena vibra y de esa brisa fría, y en un banco de la embarcación había una pareja, hombre y hombre, cuarentones, tranquilos. Se sentaban muy juntos, apoyado discretamente un hombro en el del compañero. Iban quietos y callados, mirando todo y a todos pero contemplando el agua y el cielo intensamente azules. Y en un momento determinado, cuando el barco hizo un movimiento y la luz y la gama de azules del paisaje se combinaron de pronto con extraordinaria belleza, los vi cambiar una sonrisa rápida, fugaz, parecida a un beso o una caricia. Parecían felices. Dos tipos con suerte, pensé. Aunque sea dentro de lo que cabe. Porque viéndolos allí, en aquella tarde espectacular, a bordo del catamaran que los llevaba a través del océano de esas Islas Solas y descubiertas al mismo tiempo, calladas pero marcadas de experiencias y aventuras, tolerantes y sabias, pensé cuántas horas amargas no estarían siendo vengadas en ese momento por aquella sonrisa...
Largas adolescencias dando vueltas como "perrito buscando cariño" por los parques o los cines para descubrir el sexo, mientras otros jóvenes se enamoraban, escribían poemas o bailaban abrazados en las fiestas.Noches de echarse a la calle soñando con un príncipe azul de la misma edad, para volver de madrugada, hechos una mierda, llenos de asco y de soledad. La imposibilidad de decirle a un hombre que tiene los ojos bonitos, o una hermosa voz, porque, en vez de dar las gracias o sonreír, lo más probable es que le parta a uno la cara. Y cuando apetece salir, conocer, hablar, enamorarse o lo que sea, en vez de un café o un bar, verse condenado de por vida a los locales de ambiente, las madrugadas entre cuerpos, reuniones escandalosas y drag queens de vida estrecha. Salvo que alguno -muchos- lo tenga mal asumido y se auto confine a la alternativa cutre de un sauna asqueroso donde te dan sexo sin preguntar si lo quieres, la sala X, un cuarto oscuro, paginas web de contactos a la cual te agregan y agregan y nunca llegas a conocer a ninguno, o el chat morboso y clandestino que de vez en cuando cuadras con alguien solo para sexo y sexo sin comprometer a nadie pues resultan ser bisexuales, casados y con hijos... y o para caer mas bajo en la sordidez de algún baño público.
A veces pienso en lo afortunado, o lo sólido, o lo entero, que debe de ser un homosexual que consigue llegar a los cuarenta sin odiar desaforadamente a esta sociedad hipócrita, obsesionada por averiguar, juzgar y condenar con quién se mete, o no se mete, en la cama.
Por eso muchos nos envidian la ecuanimidad, la sangre fría, de quienes pueden mantenerse serenos y seguir viviendo como si tal cosa no existiera ni molestara, sin rencores. En vez de echarse a la calle a volarle las bolas a la gente que por activa o por pasiva ha destrozado la vida de muchos, y sigue destrozando la de los chicos de catorce o quince años que a diario, todavía hoy, siguen teniéndolo confusiones sexuales igual que ellos y yo lo tuve que soportar y soporto hoy ya sin importancia, es parte de la vida misma, parte de países aun mediocres y cerrados, que tienen las mismas angustias, los mismos chistes de maricones en la tele, el mismo desprecio alrededor, la misma soledad y la misma amargura.
Nos envidian la lucidez y la calma, que a pesar de todo, nos y me mantengo fiel a mi mismo, sin estridencias pero también sin complejos, soy y somos seres humanos por encima de todo. Que quien lo hace? quien me envidia o nos envidia esa actitud?.... Gente, que en tiempos como éstos, cuando todo el mundo, partidos, comunidades, grupos sociales, podrían argumentar, con más derecho que muchos, la deuda impagada de tantos años de adolescencia perdidos, tantos golpes y vejaciones sufridas sin haber cometido jamás delito alguno, tanta grosería infligida por gentuza que, no ya en lo intelectual, sino en lo puramente humano, se encuentra a un nivel abyecto, muy por debajo del nuestro. Sencillamente gente infeliz, gente que nunca se atrevió a salir del closet y hoy por hoy envidian a los gays que han encontrado su felicidad.
Pensaba en todo eso mientras el barquito cruzaba la la Isla y la pareja se mantenía inmóvil, el uno contra el otro, hombro con hombro.Y antes de volver a lo mío y olvidarlos, me pregunté cuántos fantasmas atormentados, cuántas infelices almas errantes no habrían dado cualquier cosa, incluso la vida, por estar en su lugar. Por estar allí, en ese instante, donde el Ser y el Estar era lo que contaba al menos esa tarde en sus vidas.
La cuestión es que nunca antes me había imaginado la cantidad de parejas homosexuales que se ven paseando por estas Islas o que sencillamente estaban de vacaciones como yo. Me los encontré caminado por los hoteles, a la orilla de la playa, cenando en los pequeños restaurantes. No solo se trataba de dúos espectaculares, como muchas parejas gays que había en ese lugar, como yo y mi acompañante, sino también lo contrario: gente discreta, tranquila, a menudo con aspecto educado.
Mirando a los demás aprendes cantidad de cosas, y en el caso de estas parejas siempre me encanta sorprender sus gestos comedidos de confianza o afecto, el reparto convencional de roles que suele darse entre uno y otro, la ternura contenida que a menudo sientes flotar entre ellos, en su inmovilidad, en sus silencios.
Pensaba en todo eso el otro día, a bordo de un Catamaran espectacular, sobre el océano soplaba el viento, los pasajeros íbamos disfrutando del sol, música, tragos, energía, buena vibra y de esa brisa fría, y en un banco de la embarcación había una pareja, hombre y hombre, cuarentones, tranquilos. Se sentaban muy juntos, apoyado discretamente un hombro en el del compañero. Iban quietos y callados, mirando todo y a todos pero contemplando el agua y el cielo intensamente azules. Y en un momento determinado, cuando el barco hizo un movimiento y la luz y la gama de azules del paisaje se combinaron de pronto con extraordinaria belleza, los vi cambiar una sonrisa rápida, fugaz, parecida a un beso o una caricia. Parecían felices. Dos tipos con suerte, pensé. Aunque sea dentro de lo que cabe. Porque viéndolos allí, en aquella tarde espectacular, a bordo del catamaran que los llevaba a través del océano de esas Islas Solas y descubiertas al mismo tiempo, calladas pero marcadas de experiencias y aventuras, tolerantes y sabias, pensé cuántas horas amargas no estarían siendo vengadas en ese momento por aquella sonrisa...
Largas adolescencias dando vueltas como "perrito buscando cariño" por los parques o los cines para descubrir el sexo, mientras otros jóvenes se enamoraban, escribían poemas o bailaban abrazados en las fiestas.Noches de echarse a la calle soñando con un príncipe azul de la misma edad, para volver de madrugada, hechos una mierda, llenos de asco y de soledad. La imposibilidad de decirle a un hombre que tiene los ojos bonitos, o una hermosa voz, porque, en vez de dar las gracias o sonreír, lo más probable es que le parta a uno la cara. Y cuando apetece salir, conocer, hablar, enamorarse o lo que sea, en vez de un café o un bar, verse condenado de por vida a los locales de ambiente, las madrugadas entre cuerpos, reuniones escandalosas y drag queens de vida estrecha. Salvo que alguno -muchos- lo tenga mal asumido y se auto confine a la alternativa cutre de un sauna asqueroso donde te dan sexo sin preguntar si lo quieres, la sala X, un cuarto oscuro, paginas web de contactos a la cual te agregan y agregan y nunca llegas a conocer a ninguno, o el chat morboso y clandestino que de vez en cuando cuadras con alguien solo para sexo y sexo sin comprometer a nadie pues resultan ser bisexuales, casados y con hijos... y o para caer mas bajo en la sordidez de algún baño público.
A veces pienso en lo afortunado, o lo sólido, o lo entero, que debe de ser un homosexual que consigue llegar a los cuarenta sin odiar desaforadamente a esta sociedad hipócrita, obsesionada por averiguar, juzgar y condenar con quién se mete, o no se mete, en la cama.
Por eso muchos nos envidian la ecuanimidad, la sangre fría, de quienes pueden mantenerse serenos y seguir viviendo como si tal cosa no existiera ni molestara, sin rencores. En vez de echarse a la calle a volarle las bolas a la gente que por activa o por pasiva ha destrozado la vida de muchos, y sigue destrozando la de los chicos de catorce o quince años que a diario, todavía hoy, siguen teniéndolo confusiones sexuales igual que ellos y yo lo tuve que soportar y soporto hoy ya sin importancia, es parte de la vida misma, parte de países aun mediocres y cerrados, que tienen las mismas angustias, los mismos chistes de maricones en la tele, el mismo desprecio alrededor, la misma soledad y la misma amargura.
Nos envidian la lucidez y la calma, que a pesar de todo, nos y me mantengo fiel a mi mismo, sin estridencias pero también sin complejos, soy y somos seres humanos por encima de todo. Que quien lo hace? quien me envidia o nos envidia esa actitud?.... Gente, que en tiempos como éstos, cuando todo el mundo, partidos, comunidades, grupos sociales, podrían argumentar, con más derecho que muchos, la deuda impagada de tantos años de adolescencia perdidos, tantos golpes y vejaciones sufridas sin haber cometido jamás delito alguno, tanta grosería infligida por gentuza que, no ya en lo intelectual, sino en lo puramente humano, se encuentra a un nivel abyecto, muy por debajo del nuestro. Sencillamente gente infeliz, gente que nunca se atrevió a salir del closet y hoy por hoy envidian a los gays que han encontrado su felicidad.
Pensaba en todo eso mientras el barquito cruzaba la la Isla y la pareja se mantenía inmóvil, el uno contra el otro, hombro con hombro.Y antes de volver a lo mío y olvidarlos, me pregunté cuántos fantasmas atormentados, cuántas infelices almas errantes no habrían dado cualquier cosa, incluso la vida, por estar en su lugar. Por estar allí, en ese instante, donde el Ser y el Estar era lo que contaba al menos esa tarde en sus vidas.
5 comentarios:
Hermosas palabras y muy acertados tus pensamientos. Todas esas experencias nos hacen mas fuertes en este mundo, y por ello terminamos siendo dignos de inspración. Lo cierto es que siempre nos llega el momento de aceptarnos. Yo lo estoy haciendo en este momento y lo estoy disfrutando al maximo sencillamente pq decidi ser feliz!
Besos!!!
Anonimo
Totalmente cierto lo que dices, no solamente para la comunidad gay es dificil, es inaceptable que en pleno siglo XXI sigas estas descriminaciones... en fin tu eres feliz asi y te apoyo, admiro por eso y mil cualidades mas que tienes!!!
feliz 2008!! Saludosa los demas dioses
WUAOOO, PRIMERA VEZ QUE ENTRO A TU BLOG Y DEJAME FELICITARTE, POR ESAS PALABRAS, QUE LLEGARON, TODO SER HUMANO TIENE DERECHO A SER Y ESTAR, SENTIR Y VIBRAR, ALGUN DIA EXISTIRA ESE MUNDO MARAVILLOSO.
SALUDOS...
Epale!
Feliz Cumpleaños!!!!
Saludos!
EL ESPECIALISTA
Omar Enrique Pérez Rodríguez
Caracas. Venezuela.
http://www.elespecialista.net/blog/
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