martes, diciembre 11, 2007

DE REFUGIO (Vparte)




... Al rato, los movimientos del grupo se hacen asíncronos y el grandullón saca su enorme pero aun flácido miembro de tu culo con un gesto desdeñoso, dejándote el ano dilatado y rojizo exudando una gota viscosa y brillante hacia el interior de tu muslo. Yo me pregunto cómo será esa polla que ahora se acerca oscilante a mí, cuando esté realmente empalmada, y tiemblo. Al llegar hasta mí, vuelve a meter sus dedos en mi boca como hizo antes; cuando se los he empapado se coloca tras de mí y me empieza a dilatar el culo con mi propia saliva. No necesita trabajar mucho porque mi ano está ansioso y traga sus dedos sin dificultad. Luego saca su chupeta de la boca y lo pasea por mi raja untuosamente; poco a poco noto como mi ano se vuelve pegajoso por efecto del dulce. Es una sensación muy excitante. Mete el caramelo más en mi culo, lo introduce casi a tope y yo cuido de abrirle paso pero sin succionar, no sea que me lo trague...

Al rato, lo saca con dificultad, pues la saliva azucarada se esta secando, y presiona mis nalgas con sus manos; noto como se fusionan los bordes del ano, las paredes de mi culo y hasta los cachetes, unidos como con pegamento. Para asegurar la unión me propina unos azotes y presiona obligándome a apretar. Luego sopesa mi escroto hinchado, lo acaricia y lo araña, provocándome un deseo incontrolado que me hace gemir una vez más. Trato de dilatar mi ano, de abrirlo a una posible caricia, pero no puedo; está totalmente sellado. Me siento como cosido. El grandullón entonces comienza a lamerme despacio, suavemente desde el borde interior de mis nalgas hasta el ano, ensalivándome bien a lametones que acompaña de jadeos bestiales. Esto me excita como nunca. Poco a poco me va liberando, despegando; noto como mi culo vuelve a abrirse poco a poco y su aliento me vuelve a penetrar, seguido de su lengua. Es una sensación única y advierto que su lengua se abre paso por mi esfínter sin dificultad hasta penetrarme profundamente. Yo quiero más, me gustaría sentir es enorme pene que ya no me asusta, al contrario, taladrarme; pero el grandullón, cuando advierte mis contracciones se separa de mí y deja mi culo empapado y boqueante.

Luego, despacio, me desata -¡por fin!- y sentándome en la cama me toma por los hombros con un brazo mientras con la otra mano me soba groseramente, a su estilo, aunque sin rozarme la polla para no provocar mi ansiado orgasmo. Ambos observamos con más comodidad y atención la escena de tu acoplamiento. Excitados por nuestra curiosidad, los chicos deciden cambiar de postura y sacan sus miembros al unísono de tu boca. El negro se tumba en el suelo y tomándote por la cintura te sienta sobre su polla empapada que se hunde de inmediato en las profundidades de tu cuerpo mientras un gemido desgarrador delata tu abandono y tu placer. Tú te tumbas sobre su pecho y le lames la boca voluptuosamente mientras acaricias su cabeza rapada y haces entrar y salir rítmicamente su brillante guevo de tu culo. El rubio se arrodilla tras de ti y acaricia tus nalgas y tus huevos, atraído sin duda por su suave movimiento de sube y baja, sin dejar de pajearse.

El grandullón y yo miramos la escena sentados en la cama, El observa mi erección, mi polla cimbreante que ahora intento agarrar con mi mano recién liberada, me detiene y luego dirige mi mano a su polla. Yo apenas la puedo abarcar con la mano y eso que no está erecta. Comienzo a masturbarle y a mamarle sin dejar de mirarte, esperando provocarle una erección que ambos deseamos. El rubio ahora decide pasar a la acción y decide que en tu culo hay sitio para él también, por lo que comienza a presionar en tu ano con su polla. Tú te das cuenta y te detienes, dejándole hacer, y levantando un poco más tus nalgas, aunque sin dejar salir la polla del negro. La presión de tu vientre contra el del negro hace asomar ahora por un lado el extremo de tu verga, enrojecida y brillante. El rubio empieza a introducirte su miembro con dificultad, y un ligero rictus en tu boca hace suponer que la presión es completa. Sin embargo, pronto consigue meterla del todo y tu expresión pasa a ser de placer absoluto. Ahora no te mueves, son ellos los que te penetran acompasando sus ritmos.


El grandullón comienza a jadear y noto que le gusta la escena, pues me empalmo más, chupo mas, me la trago mas.... Sorprendentemente el escroto que tengo ante mis ojos se tensa y los testículos se hinchan notablemente. La manguera del grandullón no cabe mas en mi boca, comienza a engordar y se estira logrando un progresivo éxtasis que lo hace acabar a chorros en mi boca. Los chicos dejan de cogerte y se ponen en pie. Tú te tumbas boca arriba en el suelo y -liberada tu polla de la presión de los cuerpos- comienzas a masturbarte con delectación, barnizado de sudor. Ellos me dan la espalda ofreciéndome sus nalgas fruncidas y se la menean sobre tu cuerpo que acaricias convulsivamente con la mano libre. Yo -sentado en la cama observo la escena anonadado e imagino tu punto de vista: tres pollas, una gigantesca y dos enormes, se agitan a un metro de tu cara dispuestas a verter su precioso líquido sobre tu cuerpo. Al cabo de unos segundos comienzan los gemidos y comienzan a eyacular. Los chicos son los primeros en cruzar sus chorros de esperma sobre tu piel, decorándote la cara, el pecho, las piernas -aunque sin llegar a entrar en la boca que abres desmesuradamente como un pollito recién nacido- y que tú repartes con la mano embadurnando tu cuerpo untuosamente. A continuación es el grandullón que eyacula ruidosamente, salpicándote la cara y el cuello y acertando a llenarte el paladar con su abundante semen, que tú deglutes golosamente entre gorgoteos de bebé. Casi a la vez, ahogando un quejido que es casi un grito, te corres entre convulsiones, esparciendo tu leche y alcanzando en las piernas a tus donantes, mientras recuperas con los dedos los chorros que siguen lanzándote y los llevas a tu lengua ávidamente.


El final de la escena no lo vi, pues pude sobreponerme al hechizo de la visión y comprender que ese era el momento oportuno para escapar de allí. Ninguno se dio cuenta cuando salí en la noche con mis ropas hechas una bola. Con la prisa dejé los zapatos, y tuve que correr descalzo por el monte hasta la carretera, hiriéndome los pies con las piedras. Pero llegué al asfalto. Me vestí y caminé con dificultad en dirección al primer pueblo. Al cabo de unos minutos, a mi espalda, los faros de un coche se aproximaron. Me detuve a hacerle señales. Cuando, al detenerse el coche y bajar la ventanilla, veo que estás tú al volante me quedo paralizado por unos instantes. Siento que la sangre comienza a hervirme y por un momento acaricio la idea de darte un coñazo en plena cara. Tú me miras con la expresión desencajada y un rictus de dolor.

- Sube... anda - dices

Curioso ejercicio de modulación: la primer palabra ha sonado como una orden; la segunda como una súplica. Prefiero ignorarte a vengarme, así que continúo caminando con decisión. Tú pones el coche a mi lado y me acompañas, sin parar de hablar desde tu asiento y sin que yo te haga el menor caso.

-Vamos, por favor... sube... te llevo a donde quieras, a tu casa, a donde quieras... déjame que te explique... para, escúchame, por favor... Mira, toma, te he traído tus zapatos; entra al coche, siéntate y póntelos.

Oír hablar de mis zapatos, cuando tengo los pies destrozados, me hace dudar, pero no dejo de caminar mirando al frente. Tú los sacas por la ventanilla y me los tiendes. Los cojo y me detengo a calzarme, momento que aprovechas para bajar del coche y acercarte a mí.

-Venga, hombre, escúchame; no puedes seguir caminando. Estás lejos... Hazme caso, sube y te llevaré yo. Esta carretera está desierta, no va a pasar nadie en toda la noche...

Termino de calzarme y continúo la marcha. Tú intentas impedírmelo sujetándome el brazo, pero me zafo de un tirón y me revuelvo contra ti, amenazándote con el puño cerrado, deseoso de golpearte.


-¡No me pongas la mano encima, maldito, hijo de puta! No me toques que te mato aquí mismo!

-¡Perdóname, perdón! Siento lo ocurrido, de verdad, lo siento mucho. No lo había calculado así, te lo juro. No tenía ni idea de que fuera a pasar lo que...


Estás casi sin habla, ni siquiera te atreves a mirarme y tu expresión es tan vencida y avergonzada que casi me das pena. Descargo mi puño sobre el techo del coche.

-¡Me vendiste, maldito coño de tu madre!!! hijo de puta! ¡Me vendiste! Yo confié en ti, pensé que te gustaba y tú me entregaste a un cerdo, para que hiciese conmigo lo que quisiera... ¡y además atado! Eres un cabrón y un miserable... Te voy a reventar a coñazooooo

-Lo siento... ya lo sé, no debí hacerlo, pero es que... él no me dio a entender que fuera a hacer lo que ha hecho... y no me dijo nada de traer gorilas... de verdad. Además, te he defendido, no? Has visto que le he parado los pies al gordo... te hubiera defendido hasta el final, si hubiera venido él solo; pero yo no podía contra los tres. -tu expresión es lastimera y pareces decir la verdad. Siento curiosidad.
-Y ¿Por qué lo has hecho? ¿Por qué has cambiado de idea? -respiras hondo antes de contestar y me hablas despacio, mirándome intensamente al fondo de mis ojos.

-Porque después de lo que hubo entre nosotros esta tarde ya no quería venderte... ni cederte, ni siquiera quería compartirte. Porque antes no te conocía y ahora me he dado cuenta de que nunca he estado con nadie como tú. Nunca he visto, tocado o acariciado un cuerpo como el tuyo. Con nadie he estado tan excitado en la cama como contigo. Nunca nadie en toda mi vida me ha puesto tan caliente como tú hoy...


Te quedas mirándome en silencio, con expresión suplicante. Yo estoy sin habla, siento que me pongo colorado. Tras unos instantes en silencio, alargas la mano y me la pones en el antebrazo, murmurando:

-Perdóname, por favor... -tienes los ojos húmedos. Presiento que vas a llorar.

Repentinamente noto que la sangre se me sube a la cabeza y, sin mediar palabra, te doy una bofetada con la mano abierta. Tu la recibes sin defenderte, cerrando los ojos y aguantando estoicamente, si bien la fuerza del guantazo te desequilibra y caes de bruces sobre el capó.

-Eso, discúlpate, pídeme perdón, cabrón, en vez de contarme lo cachondo que te he puesto...

Te incorporas pesadamente y yo te agarro del cuello de la camisa gritándote a escasos milímetros de tu boca, sin que tú -los brazos caídos y los ojos cerrados- intentes defenderte.

-Mientras yo estaba atado y aterrorizado por el grandullón tú estabas poniéndote a mil a mi costa, como cerdo. Y luego, mientras yo aguantaba, atado, las caricias falsas de ese puerco tú te desahogabas con los otros dos, como una perra en celo... ¡puta! !maricoo coño de tu madreee!!! que crees que soy una putaaa!!! Un golpe salio con fuerza y se estrello en tu cara.

Un nuevo empujón mío te lanza contra el coche. La mitad de tu cuerpo entra por la ventanilla y das con la cara en el asiento, mientras tus pantalones caen un poco hasta dejarme ver el comienzo de la raja de tu culo. No te quejas, pero cuando intentas incorporarte te lo impido presionando tu espalda con una mano.


-Perdón...-murmuras- perdón...


De un tirón te bajo el pantalón, casi lo arranco. A la luz de la luna, la visión de tu culo ofrecido a mi merced reaviva el deseo que me ha acompañado toda la tarde y siento una erección.

-Y mientras tanto yo estaba tan cachondo como tú y sin nadie con quien satisfacerme...


Sin dejar de sujetarte -aunque no opones resistencia- me quito el cinturón y mis pantalones caen hasta el suelo, liberando mi verga que enseguida se hincha. Sin embargo, al tener el cinturón en la mano se me ocurre una idea que será una buena forma de vengarme.

-Más alto, puta, no te oigo pedir perdón.

El primer correazo que te doy te provoca un grito ahogado y un poco más de volumen en tus súplicas de perdón, al tiempo que tus nalgas se contraen y muestran una tira de piel enrojecida. Verlo me excita. Comienzo a golpearlas rítmicamente, y a cada correazo contestas con un "perdón" a media voz; es más que un susurro, casi un estertor ronco, y oírlo me pone muy cachondo, así como ver que tus carnes tiemblan bajo el castigo y tu piel torna del rojo al cárdeno por efecto de los latigazos. Sin embargo, observo sorprendido que no sufres, pues entre tus piernas asoman tus apretados huevos y crece tu pene. A su vez, tus nalgas se entregan al castigo, dejan de estar en tensión y se abren, dejando entrever un ano rojizo, aunque bien fruncido, recuperado ya de las dilataciones de la tarde.

-Perdón... perdón... -insistes en un lamento que revela tu placer-.


No aguanto verte disfrutar más, y ya no puedo esperar a cogerte. Dejo el cinturón sobre el techo y enfilo mi pene entre tus amoratados glúteos mientras presiono sobre tus hombros para impulsarme.

-Ahora es mi turno, zorra, lo que he estado esperando todo el día... -murmuro secamente mientras comienzo a penetrarte-. Te voy a partir en dos...

Siento cómo contraes tu esfínter para circundar mejor la penetración y empujo con fuerza hasta sentirla completamente hundida en tus entrañas, mientras tú la recibes con un leve estertor. No puedo ni quiero andar con contemplaciones. Embisto con fuerza y furia chocando mis caderas contra tu culo rocoso y sintiendo golpear mis bolas contra las tuyas al final de cada acometida. Tú, con los ojos cerrados y la cara aplastada contra el asiento, acompañas cada embate con un gruñido de placer. Al rato, sacas tus manos por la ventanilla y te abres más las amoratadas nalgas buscando una mayor penetración. Eres un pozo sin fondo.

-¿Te gusta, zorra? -jadeo con rabia-. Estabas deseando que te partiera el culo, ¿eh? Pues disfruta, que ahora viene lo mejor; me voy a correr...Te voy a rellenar con mi leche; y tengo tanta que voy a estar una eternidad bombeando dentro de tu culo. En la postura que estás vas a notar su sabor antes de que yo haya terminado de correrme.

No he acabado la frase cuando una especie de explosión interna se opera en mi escroto y desde la base de mi polla se abre paso un surtidor de esperma hacia tus entrañas. Por un momento tengo la tentación de liberar mi pene y verla expulsar mi semen sobre tu espalda, tu cabeza y los asientos. Pero no, quiero cogerte duro hasta el final, disfrutar de tu culo hasta la última gota... Y sin un sólo ruido. Me concentro en eyacular. No quiero desperdiciar fuerzas con jadeos ni espasmos, quiero colmarte con mi leche y empujo a fondo con más fuerza que antes mientras siento los chorros sucesivos. Casi al tiempo, tú te agarras al volante y al freno de mano y comienzas a jadear entre gorgoteos. Comprendo que te estás corriendo. Tus gemidos acompañan mis últimos embates. Tras unas convulsiones te quedas inmóvil. Cuando me siento vacío yo me detengo también y apoyo mi cabeza en el techo unos instantes para recuperar el resuello.

Después saco despacio mi polla de tu culo, que se resiste a dejarla escapar, y me alejo dos pasos para contemplar la escena a la luz de la luna: tu culo tumefacto se asoma a la ventanilla rezumando mi esperma a la luz de la luna...

En seguida veo las luces de un coche que se aproxima en sentido contrario. Veo el reloj, en un par de horas será año nuevo.... Sin dudarlo, le hago señas y en cuanto se detiene, me monto, te dejo sin volver la vista atrás, deseando no volverte a ver y dejar esta experiencia con el año que se va.


DE REFUGIO (VI parte)




. . . Sonríes y vuelves a colocarte tras de mí. Me acaricias los hombros y me besas el cuello. Cierro los ojos para hacer mi confesión.-No puedo más... Por favor, cógeme Quiero ser tuyo completamente, sentirte dentro de mí. Te lo ruego... Ya lo he dicho. Te lo he suplicado. Y no me avergüenzo, lo deseo tanto que no me importaría gritarlo.Entonces suenan unos golpes en la puerta. Los dos nos sobresaltamos un poco, pero tú te levantas y caminas con naturalidad hacia la entrada.-Espera... -digo, logrando que te detengas un instante. -Suéltame... -pero continúas hacia la puerta. No entiendo nada. No quiero que quien quiera que sea que venga me vea así. -Tápame, al menos...Vuelves sobre tus pasos y me cubres los hombros con la colcha, esquivando mi mirada de perplejidad. Entonces vas resueltamente hacia la puerta. Al abrirla se abre paso un hombre calvo, grandullón, con el cuerpo extremadamente formado en el gym con una gorra de cuero que -tras volver a cerrar la puerta- se quita y lanza sobre una silla. Le reconozco. Es el tipo que estaba viendo mi show la noche en que nos conocimos. Entra con autoridad, sin mirarte apenas. Se acerca de inmediato a mí y se me queda mirando con una sonrisa lasciva. Por su boca asoma un palillo de Chupa-chups ensalivado que se mueve nerviosamente. Te miro, esperando una explicación, pero tu esquivas mi mirada. Tu expresión es nerviosa y contrariada.-Bieeen... -exhala el grandullón, haciéndome llegar su aliento a caramelo de fresa-. Volvemos a encontrarnos, y esta vez estás a mi merced, nada me impide desnudarte completamente... -y termina la frase arrancándome de un tirón la colcha que me cubre- o cualquier otra cosa que se me antoje.

Nunca me he sentido tan desnudo. El fornido grandullón se queda mirándome extasiado, taladrándome con los ojos, antes de alargar una mano y llevarla directamente hasta mi culo, sobándome groseramente las nalgas y agarrando después con fuerza mi escroto aun repleto de deseo. Yo aprieto instintivamente los muslos para cerrarle el paso a mi polla, que no ha perdido un ápice de erección, y él me da un fuerte cachete en el culo, endureciendo la expresión en señal de advertencia. -Tranquilo, nene... -tú al fin reaccionas y le detienes, colocando una mano sobre su hombro.-Espera, tenemos que hablar. He cambiado de idea -anuncias. El te mira fijamente y aprieta los dientes.-De eso nada, no hay cambios. Tenemos un trato y el niño es para mí. Tú puedes irte.-No, no me voy. Suéltalo -dices con autoridad. Los dos te miramos. El se levanta de la cama y se dirige a la puerta, calmosamente.-Comprendo.
Aun no te he pagado, ¿verdad? Es eso...Tú niegas con la cabeza, pero él ya ha abierto la puerta y a un gesto suyo entran dos hombres y te sujetan por los brazos. Son dos chicos jóvenes y fuertes. Uno, rubio, con bigote y perilla y unos fuertes brazos que te inmovilizan con facilidad. El otro, negro, más fuerte aun y tan guapo como el rubio. Para ser unos matones parecen salidos de un casting de película porno. Con parsimonia, el grandullón se abre la bragueta y saca una polla enorme, por larga pero sobre todo por gruesa, y se acerca a mí sonriendo. Mientras yo comienzo a temblar, los chicos te obligan a agacharte y caes de rodillas. -Abre la boca, nene -me ordena.Yo te miro angustiado, y tú me devuelves la mirada con expresión de impotencia. El grandullón -a su vez-tuerce el gesto, impaciente. Al fin, obedezco y él me mete tres dedos de su mano derecha y los pasea por toda mi boca, llenándolos bien de saliva. Luego los saca y embadurna su enorme miembro. Repite la operación dos veces, dejando en mi boca el sabor acre de su sexo. Luego toma una almohada y se acerca a ti, que observas la escena con preocupación, aunque sin comprender. Se coloca tras de ti, separa con un pie tus piernas y se arrodilla entre ellas con dificultad sobre la almohada. Con sus grandes manazas abre tus nalgas y escupe entre ellas. Tú intentas resistirte, lo supongo por la cara de espanto que pones, pero sobre todo porque el grandullón hace un gesto a los chicos y estos retuercen tus brazos haciéndote humillar más, llegando casi a rozar el suelo con la barbilla. Cesa tu resistencia y el gordo dirige la caída de su saliva a lo largo del palito del chupa chups sobre su glande mientras comienza a abrirse camino entre tus nalgas con su enorme miembro. A pesar de su saliva y la mía, tu cara denota el dolor que te produce su embestida, que el acomete sin que su tranquila expresión se vea minimamente afectada.

Comienza a moverse rítmicamente mientras sujeta tus caderas y murmura algunas palabras distraidamente acerca de los pagos aplazados, al tiempo que tu expresión se va calmando y -a juzgar por la erección que recuperas- comienzas a acostumbrarte. A mí me asombra que no te esté destrozando con ese tamaño y que -al contrario- parezcas disfrutar, y al momento siento con estupor nacer en mí la excitación que me provoca asistir a la escena de tu violación. A una orden del grandullón, el rubio te suelta -en realidad ya no te resistes- y se desnuda con cuidado. Veo aparecer sus músculos, su piel bronceada y cubierta de un suave vello rubio, transparente, su duro culo blanco y respingón y una considerable verga en descanso. Debe notarse mi expresión admirada porque el rubio me mira y se sonríe. Sus ojos, de un azul clarísimo, brillan de deseo. Ya desnudo, se acerca a la cama y sube a ella de un salto, colocándose frente a mí sentado en el borde del de cabecero. Sin dejar de sonreír abre mi boca y mete toda su enorme verga, flácida y caliente, hasta la campanilla. No espero sus órdenes para empezar a chupar. Se da cuenta de mi glotonería y sonríe aun mas, mientras su verga comienza a crecer dentro de mi garganta al compás del vaivén que le imprime. Estoy tan hambriento que me la tragaría. Por el rabillo del ojo veo como el negro deja de sujetarte y comienza a desnudarse.

Tú –acodado en el suelo- ya no ofreces la menor resistencia, al contrario, tus jadeos y el modo en que recibes las embestidas del grandullón dan buena idea del placer que te está procurando. El negro, desnudo, ofrece una visión magnífica: un cuerpo espléndido, lampiño y bruñido, enmarcando un miembro ya empalmado, largo y bien formado, algo menos grueso que el del grandullón pero sensiblemente mas largo. Se acerca a mí y me pregunto si se dispondrá a meter esa verga en mi dilatado, húmedo y hambriento culo, y advierto que contemplar tal posibilidad no me inquieta en absoluto. Sin embargo, al llegar al borde de la cama el rubio saca su miembro de mi boca y deja el puesto a su compañero que, en su afán por llenarme la boca con su carne llega a dilatar mi garganta con su embestida. No contento con ello, coloca su mano en mi nuca y dirige mis movimientos hasta imprimirles el ritmo deseado. El rubio, mientras, se acerca a ustedes y se queda frente a ti. No necesita decir nada. Tú te incorporas un poco sobre las palmas de tus manos y tragas su polla de una vez. El tira de tu nuca para llegar hasta el fondo de tu garganta y se acompasa al ritmo del grandullón, que sigue embistiéndote sin gran entusiasmo.

Yo chupo con delectación la polla del negro que crece dentro de mi boca quemándome el paladar y haciéndome salivar por las comisuras de los labios en regueros que descienden serpenteando por mi cuello, mientras me excito viéndote de reojo disfrutar al ser penetrado por todas partes. Mi polla oscila, agitándose en el aire furiosamente, golpeando mi vientre y repartiendo salpicaduras transparentes mientras mi ano se dilata y se contrae ansioso de ser penetrado. El grandullón lo nota y hace un gesto al negro, que saca su miembro de mi boca. Este sonríe y le besa, metiéndole una enorme lengua y restregándose contra su boca.

Yo estoy muy excitado, babeando y sin perder ojo de la escena en que mamas dos grandes guevos mientras otro te encula. Daría lo que fuera por tener una mano libre para masturbarme. El grandullón me mira disfrutando de mi impotente ansiedad, una mirada sádica que es casi una promesa.

Continuará...